«La restauración de una obra de arte no es sólo la conservación de su materia, sino también la conservación de su alma.» Cesare Brandi
Para concretar los servicios de Conservación y Restauración, es necesario acudir a la Carta de Venecia de 1987, donde se establecen las definiciones.
La Conservación es el conjunto de actuaciones de prevención y salvaguardia encaminadas a asegurar una duración, que pretende ser ilimitada, para la configuración material del objeto considerado.
La Restauración hace referencia a cualquier intervención que, respetando los principios de la conservación y sobre la base de todo tipo de indagaciones cognoscitivas previas, se dirija a restituir al objeto, en los límites de lo posible, una relativa legibilidad y, donde sea necesario, el uso.
Las medidas de conservación se refieren no sólo a la salvaguardia del objeto singular y del conjunto de objetos considerados significativos, sino también a la de las condiciones del contexto ambiental, si bien verificado éste como históricamente pertinente y favorable, ya sea desde el punto de vista físico, como desde el del mantenimiento ordinario.
Las medidas de restauración que intervienen directamente sobre la obra para detener, en lo posible, daños y degradación deben ser actuaciones que respeten la fisonomía del objeto tal como ha sido transmitida a través de sus naturales y originales vehículos materiales, manteniendo fácil su lectura.
Conservación y restauración pueden no darse unidas y simultáneas, pero son complementarias y, en todo caso, un programa de restauración no puede prescindir de un adecuado programa de salvaguardia, mantenimiento y prevención.
Mi titulación en Conservación y Restauración de Bienes Culturales me permite realizar una intervención científica y meticulosa, respetando la obra original con unos criterios establecidos.
Gracias a mi formación en imaginería y especialidad en restauración de escultura, tengo la capacidad de comprender de una manera más concreta el deterioro que presenta una imagen y poder ir al foco para pararlo y sanar de forma correcta los daños ocasionados. Y, no sólo sacar y recuperar el bien en cuestión, sino asegurar una buena posterior conservación para evitar que vuelva a deteriorarse.
Como imaginero, restaurador, cristiano y cofrade, soy consciente de que los retablos y conjuntos escultóricos vinculados a estos o espacios religiosos, tienen un valor inmaterial añadido: el sentimiento religioso. Por lo que cualquier intervención a un bien cultural enmarcado en este entorno debe tener en cuenta y respetar esta característica.